Maestro, me siento ofendido y agredido; todos me lastiman y estoy harto. ¿Qué está pasando?», preguntó el alumno.
Con tono pausado, el maestro respondió:«Hijo, vuelve a revisar las semillas que siembras en tus relaciones. A veces, sin darnos cuenta, confundimos asertividad con agresividad.
Ser directo no significa herir con brusquedad o falta de tacto; se trata de hablar con firmeza y respeto a la vez. La asertividad tampoco es rigidez absoluta. No se trata de imponerse sin ceder nunca, sino de hallar un equilibrio entre lo que tú necesitas y lo que los demás requieren. La flexibilidad y la empatía son esenciales para una comunicación sana. Si no cuidas la forma de decir las cosas, puedes sembrar resentimiento, que luego germina en ofensas y agravios. Quien siembra cortesía y escucha con atención, cosecha relaciones más armoniosas. Si, por el contrario, siembras palabras duras y actúas con rigidez, terminarás rodeado de malentendidos.
Para mejorar tus relaciones:
Practica la empatía: ponte en el lugar de la otra persona antes de hablar. Modera el tono y la forma: sé directo sin ser hiriente. Usa la flexibilidad: a veces, ceder o negociar no es debilidad, sino un signo de madurez. Cultiva la escucha activa: demuestra interés real en lo que otros dicen. Reflexiona antes de responder: no dejes que una emoción momentánea guíe tus palabras . Recuerda, hijo, que con las semillas adecuadas —firmeza, respeto y consideración— florecerán relaciones libres de agresión y colmadas de entendimiento.

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